En todos y cada uno de los artículos que hemos escrito hasta el momento se hace mención a THE BEATLES por alguna u otra razón. Sin entrar en el eterno debate sobre quien estira más la cinta métrica, creo que todos coincidimos, te gusten o no, en su enorme influencia en la música. Pero hoy no vamos a hablar de los más que trillados topics, véase “Love me do”, “Hey Jude”, “Yellow submarine”, “Beatles-Stones”, “La culpa de todo fue de Yoko Ono”, bla, bla, bla, bla … Vamos a dar luz, valga la redundancia, a una de sus historias más desconocidas y misteriosas; THE CARNIVAL OF LIGHT.
El nivel de Beatlemanía podría medirse con una simple cuestión; “¿Consideras que has escuchado todas las canciones de los de Liverpool?” En caso de respuesta afirmativa, los conocedores de la historia de hoy te retirarían 4 puntos del carnet de beatlemaniaco y te obligarían a escuchar los sonidos guturales de Yoko Ono durante 3 horas seguidas como penitencia. En caso de respuesta negativa, entrarás a formar parte del olimpo freak de sabiduría “Beatleiana”.
Muy pocos personas en el mundo han escuchado el «Carnaval of light», bizarrada que se marcaron los Beatles en 1967, durante las sesiones de grabación de “Sgt. Pepper´s lonely hearts club band”.
Tras el lanzamiento de “Revolver” el año anterior, los Beatles y la corriente musical del momento, se embarcaron en una carrera loca de experimentación sonora aderezada con sustancias ricas y con fundamento. La psicodelia se coló en los aromas de muchos estilos y se produjeron innovaciones muy destacables, aunque también algún que otro ladrillo de difícil digestión.
Los colorinchis psicotrópicos inundaban el paisaje urbano y Paul McCartney quiso estar a la última encargando un piano a los abanderados del diseño psicodélico del momento; BEV (Binder, Edwards & Vaughan).

El psico-piano de Paul

BEV en las portadas del momento
El día de la entrega del piano uno de los miembros del colectivo, David Vaughan, preguntó a McCartney si quería colaborar con una pieza musical para el festival de experimentación lumínica y sonora que estaba por celebrarse. Contra todo pronóstico Paul accedió a la oferta para participar en el THE MILLION VOLT LIGHT AND SOUND RAVE.
Las dos ediciones del evento se celebraron en el Roundhouse theatre de Londres y contaron también con UNIT DELTA PLUS, colectivo del que hemos hablado en otro post, que incluía a pioneros de la música electrónica como Delia Derbyshire, Brian Hodgson y Peter Zinovieff, figura clave en el desarrollo de los sintetizadores.

Cartel del evento al que no fue ningún Beatle
La grabación de las misteriosas cintas se produjo después de añadir sonidos y arreglos a la canción PENNY LANE. Paul explicó el proyecto a los demás miembros de la banda y preguntó si podía robarles 10 minutos.
Al final fueron casi 14 minutos que dan cabida a gritos, guitarras distorsionadas, eco, órganos, baterías oscuras, eco, grabaciones de narraciones, lloros, silbidos, más eco, estornudos, graznidos y todo elemento que pueda contribuir a un caos sin visos de estructura, armonía o melodía reconocible. Se cuela “la normalidad” de las notas de “Fixing a hole” al piano y todo el viaje carece de lírica, aparte de las palabras; «Electricidad», «Barcelona» y el premonitorio “Can we hear it back now?” de Paul.
McCartney, instigador de la obra, ha declarado en varias ocasiones que el objetivo era hacer una pieza inclasificable cercana al avant-garde de John Cale o Stockhausen.
Barry Miles, uno de los pocos humanoides que han escuchado el engendro, dice que le recuerda sonoramente al “The return of the son of Monster Magnet” del mítico Freak out! de Frank Zappa, álbum que el mismo Miles regaló a McCartney el año anterior.
Medallas o no para Mr. Miles, parece que el resultado del experimento dejó sensaciones dispares. Desde el minuto cero hubo detractores, empezando por el mismísimo productor de los Beatles, George Martin, quien exclamó que ya estaba bien como broma, que había que hacer cosas productivas. En la “premier” del festival la grabación fue reproducida dos veces y parece que no causó una gran sensación a los asistentes, que la encontraron aburrida y sin sentido, en el marco de un festival de música en vivo.
Este chasco no supuso un problema para que la banda crease poco después el aclamado “Sgt, Pepper´s”, unánimemente reconocido como una joya de la experimentación sonora.
Pero es precisamente aquí donde viene el salseo del asunto. Y es que tras el lanzamiento del susodicho disco, fue John Lennon, y no McCartney, a quien le colgaron el cartel de genio en la experimentación e innovación con la creación de Revolution Nº9.
Además, George Harrison y su idilio con la India y Ringo Starr y su par de discos experimentales a finales de los 60´s, mostraron a un Paul menos “cool” que el resto.
Eso dejó un poso de resentimiento en el bajista, quien durante décadas ha intentado cambiar esa imagen y hacer ver que él fue el primero en subirse a lomos de la vanguardia . Por supuesto, no deja de ser un episodio más de la soterrada (a la par que fructífera) rivalidad “Lennon-McCartney”.
En 1996 McCartney volvió a la carga e intentó incluir “Carnival of Light” en
el recopilatorio “Anthology 2”, pero fue vetado por Harrison, Yoko, Ringo y, aunque sin derecho a veto, pero si a opinar, de desagrado para George Martin.
20 años después hubo otra intentona de incluirlo en el 50 aniversario del “Sgt Pepper´s”, pero una vez más se encontró con la oposición del personal, ya que no consideraban el experimento como parte del proceso del disco.
A día de hoy, la legión de fans de los Beatles, en general, desean que la grabación sea editada, aún a sabiendas de que probablemente no se corresponderá con la genial música de la banda. El frikismo ilustrado es imparable y seguramente en cierto momento podrán paladear el último trozo virgen de la suculenta tarta.
¿Será genialidad?, ¿ladrillo? We will see.
